El Beagle Inspire article
Traducido por M. Smith & R. Plo. En 2009 se conmemora el 150 aniversario de la publicación de El origen de las Especies, de Charles Darwin. Emmanuel Reynaud revive la historia del barco en cuyo interior se sentaron las bases de esta obra de Darwin.
Si dices la palabra “beagle” la gente piensa automáticamente en Charles Darwin. No es que el naturalista tuviera un perro de esta raza –su instinto cazador se orientaba más a buscar fósiles y huesos que conejos y liebres. La asociación de ideas nace, por supuesto, del nombre de uno de los barcos más famosos de la historia.
La botadura del HMS Beagle, la corbeta de diez cañones perteneciente a la Marina Real Británica que entre 1831 y 1835 conduciría a Darwin alrededor del mundo, tuvo lugar en 1820 en los astilleros de Woolwich en el Támesis. En julio de ese mismo año formó parte de la flamante flota a la que Jorge IV pasó revista con motivo de su coronación. También fue el primer barco que navegó bajo el entonces recién acabado Puente de Londres.
Pero, de momento, ahí quedó todo. A partir de ese instante, nadie fue capaz de encontrarle mejor destino y el barco pronto quedó en dique seco; varado durante cinco años sin mástiles ni aparejo. Sólo cuando la Marina Real decide convertirlo en barco de exploración comienza la auténtica historia del HMS Beagle.
En mayo de 1826, tras retirar varios cañones y añadirle un mástil, el Beagle zarpó desde Plymouth al mando del Capitán Pringle Stokes. Acompañaba al HMS Adventure en una exploración hidrográfica de la Patagonia y Tierra del Fuego en el extremo meridional de Sudamérica.
A medida que el barco se iba adentrando en esas aguas desoladas, su capitán pasaba de la melancolía a la depresión; se encerró en su camarote durante dos semanas para terminar pegándose un tiro y muriendo a los 12 días. No era precisamente un buen comienzo para un barco de exploración; esta maldición podría haber comprometido el futuro del Beagle de no ser por la enorme capacidad que los seres humanos tienen para aprender de la experiencia.
Así, el encargado de devolver el Beagle a Inglaterra fue el lugarteniente Robert FitzRoy, un aristócrata de 23 años. El joven es ascendido a capitán el 27 de junio de 1831 y el 4 de julio de ese mismo año recibe la orden, esta vez al mando del Beagle, de zarpar por segunda vez a Tierra del Fuego.
Fitzroy pensó que, si no quería acabar como Pringle Stokes, le convienía encontrar un acompañante. Emprende, pues, la búsqueda de un pasajero –preferiblemente un geólogo o un naturalista– que pueda financiarse el viaje y que le haga compañía durante el mismo. La fortuna quiere que el candidato elegido sea Charles Darwin, un recién licenciado de la Universidad de Cambrige, cuya intención era visitar los trópicos antes de incoporarse como vicario a una parroquia rural.
El resultado de este segundo viaje es de sobras conocido. Darwin se adentró en la jungla preguntándose por el origen de su diversidad. Escaló montañas y encontró fósiles de conchas marinas: ¿había llegado alguna vez el nivel del mar a esa altura? ¿o era la corteza terrestre capaz de plegarse hasta ese punto? Capturó pájaros en distintas islas del archipiélago de las Galápagos y observó a las iguanas marinas. Hablaba de sus hallazgos con el Capitán FitzRoy hasta altas horas de la noche, debatiendo sobre la creación y tratando de asimilar estas pruebas que parecían contrarias a sus propias creencias. A su vuelta a Inglaterra en 1836, Darwin vuelve a su casa de campo y, tras años de intenso trabajo, publica El origen de las especies en 1859.
Mientras Charles Darwin se debatía con su conciencia para encajar sus hallazgos en un libro, el HMS Beagle zarpaba en 1837 hacia un nuevo viaje, esta vez bordeando la costa de Australia. Con el tiempo, la progresiva transformación de este antiguo navío de guerra en instrumento de paz se completa al destacarlo como guardacostas en el río Roach para impedir el contrabando en la costa de Essex. Sus últimos días reflejan una progresiva decadencia; los comerciantes de ostras se quejaron de que bloqueaba el paso y el barco se vendió a William Murray y Thomas Rainer, quienes usaron la madera para construir una granja
A lo largo de los años, media docena de barcos han adoptado este nombre ilustre; Incluso uno de ellos partió rumbo al espacio en 2003 al bautizar los británicos el módulo de aterrizaje de la misión Mars Express ESA como “Beagle 2”. Esta vez, como ya había ocurrido con el pobre Capitán Pringle Stokes, el nombre condujo a la fatalidad en vez de a la gloria: antes incluso de aterrizar en la superficie de Marte se perdió el contacto con la nave que o bien se perdió en el espacio o fue pasto de las llamas.
Parece, no obstante, que el Beagle volverá a renacer de sus cenizas: el projecto británico HMS Beaglew1 planea construir una réplica que navegue por el mundo y aplique las herramientas de la ciencia moderna al trabajo iniciado por Darwin y el Capitán Fitzroy hace 170 años. Además de fomentar las relaciones internacionales y las alianzas científicas, el proyecto llevará a cabo investigación puntera en campos como la biología evolutiva, la biodiversidad y –significativamente– el cambio climático.
Web References
- w1 – Proyecto de réplica del HMS Beagle para 2009: www.thebeagleproject.com
Resources
- La triste historia del Beagle 2 puede leerse en: www.beagle2.com/index.htm
- El HMS Challenger llevó a cabo otra investigación importante entre 1871 y 1876 y se hizo popular a través de la obra de Ernst Haeckel y de la familia Blaschka:
- La Tara Oceans realizará tareas de observación de los mares durante tres años, a partir del 4 de septiembre de 2009, en una version moderna de la expedición del HMS Challenger: