Doctor por la mañana, investigador por la tarde Inspire article

Traducido por Rafael Martínez-Oña. Para el doctor Stefan Pfister, los esfuerzos para curar el cáncer tienen lugar tanto en el hospital como en el laboratorio.

El hospital en el que trabaja
Stefan Pfister es bastante
colorido – algunas puertas
tienen pegatinas. No es de
extrañar: es un hospital
infantil.

Imagen cortesía del DKFZ

El profesor Stefan Pfister es un médico que se ocupa de los niños que tienen cáncer. Sin embargo, él y sus colegas no siempre pueden ayudar. A veces, el cáncer continúa creciendo a pesar de todos los tratamientos posibles. No dispuesto a aceptar esto, Stefan se convirtió en investigador, al mismo tiempo que médico. Por la tarde, cambia su bata de médico por su bata de laboratorio e investiga los métodos posibles para hacer inofensivas las células cancerosas.

Cuando Stefan camina por los pasillos de la clínica pediátrica en Heidelberg, Alemania, apenas puede hablar con él. El especialista de cánceres infantiles, de 38 años de edad, tiene prisa para ver a sus pacientes. Hoy Stefan está de servicio en el departamento de pacientes ambulatorios. Su primer paciente es Felix*. “Felix tiene 5 años y tiene leucemia” nos dice Stefan. “Este es el tipo de cáncer más frecuente en los niños”. La leucemia, que significa ‘sangre blanca’ en griego, se produce cuando las células blancas de la sangre, los leucocitos, repentinamente comienzan a multiplicarse a un ritmo excesivamente rápido. Estas células normalmente combaten las bacterias y otros agentes patógenos, pero cuando hay un exceso de leucocitos no pueden trabajar correctamente. Por esta razón, una pequeña infección puede ser mortal. “Por esta razón, estamos tratando a Felix con quimioterapia. Esta ataca las células cancerosas en la sangre”. Sin embargo, la medicación también daña a las células sanas. Por lo tanto, Stefan toma muestras de sangre para analizarla y conocer la eficacia del tratamiento. Más tarde, con los resultados en la mano, Stefan dice “Felix es afortunado” pues se alegra de que su joven paciente “tenga una cantidad suficiente de células sanas en su sangre”. Esto significa que Felix no tiene necesidad de estar en la clínica y puede regresar a casa con su madre.

Hospital infantil del Centro
Médico en Heidelberg,
llamado Angelika-Lauten-
schläger-Klinik.

Imagen cortesía de 2micha
Wikimedia commons

En la habitación vecina, ya está esperando el siguiente paciente. “Alexander* tiene 10 años y tiene un tumor que crece en su cabeza”, dice Stefan. “Si el tumor crece demasiado, la presión en la cabeza de Alexander aumentará y algunos nervios vitales quedarían aplastados”. Para evitar que esto sucediera, los colegas de Stefan, neurocirujanos eliminaron una parte del tumor hace algún tiempo – en una operación muy complicada. Hoy, Stefan quiere realizar algunas imágenes de la cabeza de Alexander con un equipo de imágenes por resonancia magnética, o MRI por sus siglas en inglés.

“En estas imágenes por resonancia magnética se puede detectar si el tumor ha vuelto a crecer otra vez”. Aunque el examen no es doloroso, Alexander tiene que estar inmóvil durante media hora dentro de un tubo estrecho. Él está muy asustado por esto y, antes de la prueba, le dan un sedante para adormilarlo.

Stefan Pfister se dirige de
la clínica pediátrica al
Centro Alemán de
Investigación del Cáncer.
Normalmente va en
bicicleta, inclusive cuando
está lloviendo.

Imagen cortesía del DKFZ

Hoy llegan otros muchos padres con sus hijos al departamento de pacientes ambulatorios. Stefan toma muestras de sangre casi sin parar, ausculta con su estetoscopio la respiración y el ritmo cardiaco, y responde las preguntas de los niños y de sus padres. A la hora del almuerzo recoge a su hija de 6 años de la escuela y la lleva al centro de día postescolar. “Podemos salvar a muchos niños por medio de una operación, o por tratamiento de quimioterapia o radioterapia”, explica Stefan.

“Sin embargo, a veces el cáncer continúa creciendo”. No está conforme con esta situación y algunos días, Stefan no solo visita el hospital sino que, dirige sus pasos al Centro Alemán de Investigación Oncológica (DKFZ) en Heidelberg. Allí, en el laboratorio, examina células cancerosas con el objetivo de encontrar una manera de hacerlas inocuas. Sin embargo, hoy Stefan ha estado más tiempo en el hospital: ha terminado el examen por MRI de Alexander pero aún está medio dormido. Hasta que el efecto sedante no desaparezca un médico tiene que permanecer cerca. Cuando Alexander despierta, Stefan le pregunta cómo está. “Un poco cansado, pero por lo demás bien”, Alexander responde. Stefan se siente aliviado y se marcha al laboratorio.

Un esfuerzo internacional

Cuando Stefan Pfister se sube a la bicicleta para ir al DKFZ, la tarde ya está oscura. Si te imaginas un investigador como una persona sentada frente a un microscopio con su bata blanca o manejando tubos de ensayo, estás en lo cierto a veces. Esta tarde en particular, sin embargo, las herramientas de investigación de Stefan se limitan a un ordenador y un teléfono; en su agenda tiene previsto mantener una teleconferencia esta tarde. Sus colegas investigadores internacionales y él van a discutir sus recientes hallazgos. Así, pueden aprender unos de otros y progresar más rápido en sus investigaciones. Se sobreentiende que este tipo de colaboración internacional se llevará a cabo en inglés.

Imagen cortesía del DKFZ

Stefan y su equipo del DKFZ están interesados en la composición genética de las células cancerosas. “La genética contiene toda la información sobre las tareas de dicha célula, su aparición y cuándo debe actuar”, explica el científico. La información genética contenida en el ADN se encuentra en el núcleo de casi todas las células. Uno puede imaginar el ADN como un libro escrito con sólo cuatro letras. “Las células cancerosas tiene un libro de este tipo –pero siempre tienen algunas faltas de ortografía”, explica Stefan. “Mediante dispositivos especiales llamados secuenciadores de ADN, podemos leer estos libros y ver más de cerca capítulos individuales, llamados genes”.

En el DKFZ hay diez dispositivos secuenciadores en una sala específica. “Utilizamos estos equipos no sólo para analizar las células cancerosas sino también las células sanas”, explica Stefan. “Después podemos compararlas en el ordenador y ver las diferencias entre una célula cancerosa y otra sana – en otras palabras, encontrar el error ortográfico en el texto. Si podemos entender qué capítulos han cambiado, tal vez podamos desarrollar nuevos y mejores medicamentos contra el cáncer”.

Trazas en el líquido cefalorraquídeo

En la actualidad Stefan y sus colegas están estudiando, entre otras cosas, el líquido cefalorraquídeo. “Este es un líquido que riega el cerebro, pero también se encuentra en un canal de la médula espinal”, comenta Stefan. “Cuando alguien tiene un tumor, en la mayor parte de los casos también se encuentran células cancerosas en el líquido cefalorraquídeo – incluso cuando el tumor es muy pequeño”. Ya que el líquido cefalorraquídeo se puede extraer de la médula espinal con una aguja, los investigadores buscan rastros de dichas células cancerosas o, más específicamente, material genético dañado. Si detectan células dañadas en el líquido cefalorraquídeo, entonces es obvio que el paciente tiene un tumor cerebral. La aplicación de este método permitirá a los investigadores detectar si un tumor ha desaparecido durante el tratamiento. Por ejemplo, si los médicos localizan células cancerosas en el líquido cefalorraquídeo, podrían continuar el tratamiento durante un período más largo y con más intensidad. “Ahora, nosotros queremos saber si esto funciona”, dice Stefan.

Imagen por MRI de un
cerebro con un tumor

Imagen cortesía de Bobjgalindo
Wikimedia Commons

Algunos niños ya se benefician de la investigación de Stefan. Ha encontrado, por ejemplo, que un tipo especialmente maligno de tumor cerebral puede clasificarse en tres posibles clases. Como resultado, algunos pacientes ahora pueden curarse con un tratamiento menos intensivo, pues se sabe que estos tumores responden muy bien a este tipo de tratamiento. Stefan ha ganado muchos premios por este descubrimiento, pero estos no son lo más importante para él. Lo que más le importa, dice, son los beneficios que sus pequeños pacientes puedan tener. “Estoy muy contento cada vez que descubrimos algo que les pueda ayudar”.

Este artículo ha sido adaptado de un artículo que apareció en Einblick, publicado por el DKFZ para los niños

*Los nombres se han cambiado


Review

Los médicos que llevan a cabo la investigación innovadora en su campo tienen una información valiosa sobre el potencial del nuevo tratamiento. El artículo presenta una visión general de un día en la vida de una de esas personas, el profesor Pfister. Todas las células cancerosas tienen alteraciones en sus secuencias de ADN ¿Cuáles son exactamente estos cambios en un determinado tipo de cáncer? Este es el tema de la investigación en curso, que ya se encuentra en un estado bastante avanzado, también la del profesor Pfister, de tal manera que la medicación puede adaptarse al tipo de células cancerosas.

Este artículo se puede utilizar de distintas maneras. Introduce el ADN y el valor de la secuenciación del ADN en el contexto médico. Para un grupo de chicos entre 14 y 16 años, podría relacionarse con la estructura del ADN y la expresión de los genes y qué ocurre cuando cambia el ADN. También se pueden ver diferentes tipos de leucemia, quimioterapia (tales como tratamientos con anticuerpos monoclonales) e inmunología. Para un grupo de 16 a 19 años, se podría ampliar con la teoría de la secuenciación del ADN y una actividad de biología molecular, la importancia del proyecto del Genoma Humano y la proteómica. El equipo de resonancia magnética por imágenes (MRI) se podría investigar en física médica. Por último, el artículo se podría utilizar en lecciones de moral y ética para iniciar un debate sobre el tratamiento del cáncer, si es correcto ensayar los nuevos tratamientos sólo en los pacientes más enfermos, el valor de los cuidados paliativos y, quizás, ampliarlo al delicado tema de la eutanasia.

Shelley Goodman, Reino Unido

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