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¿Tienes un cajón lleno de teléfonos móviles viejos? Un profesor explora nuevos usos para objetos de este tipo, a la vez que alimenta la imaginación creativa de sus estudiantes.
Los adolescents no pueden apenas imaginar la vida sin móviles. Nosotros, como adultos, dependemos también de éstos y otros aparatos electrónicos que son ahora parte esencial de nuestras vidas. Mientras los móviles, tabletas y portátiles tienen a menudo vidas intensamente útiles, no las tienen muy largas, durando normalmente mucho menos de una década. Una vez dañados o con niveles de rendimiento reducido – o pasados de moda – pasan a formar parte de la creciente pila de residuos electrónicos (“e-waste”).
El e-waste está considerado un material peligroso debido a que contiene metals pesados como plomo, mercurio, cadmio y cromo, así que necesitamos deshacernos de ello con cuidado. También puede generar compuestos tóxicos si se quema. Pero el e-waste presenta un reto y una oportunidad, tanto para la economía como para el medio ambiente: es, efectivamente, una mina de oro debido a los metales de transición escasos que contiene.
Sin embargo, recuperar estos metals del e-waste no es fácil ya que muchos solo existen en trazas. La composición metálica también difiere de un aparato a otro, y de un año al siguiente, por lo que es difícil optimizar la recuperación de estos materiales comercialmente. Como resultado, solo una pequeña proporción del valor oculto en el e-waste se recupera hoy en día, incluso utilizando las técnicas más avanzadas.
Una persona que es totalmente consciente de este reto es Roberto Zamparini, un profesor de informática y gráficos computacionales en un instituto de bachillerato del norte de Italia. Fuera de clase, Roberto trabaja como consultor y programador para empresas locales. También ha creado un projecto de reciclaje que une compañías comerciales de recuperación de metales con investigadores universitarios, con el objeto de encontrar nuevas formas de maximizar la recuperación de metales preciosos del e-waste.
En el intituto, Roberto está muy comprometido en encontrar usos para tecnología obsoleta en su enseñanza. Su posición le da acceso a gran cantidad de material electrónico viejo, lo que le ha permitido montar un “laboratorio de desmontaje” donde desafía a sus alumnos a desmantelar estos objectos tecnológicamente complejos. Aprenden a abrir móviles y ordenadores para repararlos y reciclarlos – o incluso para crear objetos artisticos. En el 2016, Roberto y sus alumnos crearon un árbol de Navidad de e-waste en el laboratorio de desmontaje, hecho exclusivamente de componentes eléctricos reciclados, completo con luces festivas intermitentes.
Otro uso que Roberto ha encontrado para objetos de e-waste es como soporte para enseñar conceptos científicos, revelando la ciencia detrás del funcionamiento de estos dispositivos – desde la física subyacente en pantallas táctiles y micrófonos, a las peculiares propiedades de los elementos químicos que contienen. Este enfoque ayuda a hacer las ideas más atractivas para los estudiantes, especialmente aquellos que se resisten a abordar la parte teórica de la ciencia y tecnología.
Los componentes también son útiles de por sí para experimentos científicos prácticos: por ejemplo, Roberto utiliza imanes de neodimio encontrados en discos duros para demostrar las corrientes de Foucault (ver sección de materiales adiccionales) y la polarización de la luz se puede investigar utilizando viejas pantallas de LCD.
Recientemente Roberto ha colaborado con un professor de Biología para establecer un Proyecto interdisciplinario de taxonomía, adaptando los principios de clasificación biológica a la clasificación de los componentes del e-waste para que se puedan reconocer y separar más eficazmente. El objetivo era no sólo conseguir una mayor reutilización sino también descubrir principios de clasificación que hagan el desmontaje más fácil.
Otro de los exitosos proyectos de reciclaje de Roberto estuvo enfocado en tecnología de una era muy anterior: el ferrocarril. Habiendo encontrado una vía de ferrocarril en desuso cerca de su casa, Roberto y sus alumnos se pusieron a construir un vehículo de fuerza motriz humana – hecho casi enteramente de partes recicladas – para avanzar por la vía. El prototipo “corre-carriles” anduvo por primera vez en abril del 2017 y atrajo mucha atención – tanta que la vía fue re-abierta en el 2018, completa con trenes de pasajeros.
El proyecto corre-carriles tuvo incluso impacto internacional: en Septiembre del 2017 un grupo austriaco que intentaba re-abrir una vía de ferrocarril local en Kötschach-Mauthen pidieron prestado el corre-carriles. Roberto y sus alumnos condujeron el prototipo a través de la frontera, para usarlo en la vía en desuso en Austria – que ahora tiene mejores perspectivas de re-inaugurarse.
Los proyectos de Roberto están asociados no solamente por el enfoque creativo del reciclaje, sino también por las interacciones positivas que trabaja duramente en estimular en su aula. Algunos de sus alumnos tienen situaciones personales difíciles y sus problemas pueden afectar el ánimo y productividad de toda la clase. Además de estar dispuesto a escucharles y proporcionar ayuda práctica, Roberto encuentra que el mejor enfoque para un aprendizaje completo es animar a sus alumnos a engancharse con sus estudios a nivel emocional.
Por ejemplo, cree que una estrategia fundamental es dar a los alumnos toda la autonomía posible. “Los adolescents están demasiado controlados, en casa, en el colegio, en la sociedad. La única manera que tienen de obtener algo de libertad es rompiendo las normas”, dice. “Por ejemplo: si eres menor de 14 años, en Italia, no está permitido ir a casa desde el colegio sin un adulto a cargo. De esta forma la autonomía de los estudiantes no se fomenta, a una edad en la que están esforzándose por conseguirla.”
Por este motivo, el enfoque que Roberto utiliza en su enseñanza promueve la libertad en la clase. Deja que los alumnos tomen sus propias decisions, y a menudo los divide de acuerdo con lo que los diferentes grupos quieran hacer. A veces deja un grupo de alumnos solos en un laboratorio, confiando en ellos con el delicado equipo, mientras él está con otros alumnos en alguna otra zona del instituto. “La emoción de estar solo en un laboratorio escolar importante, haciendo lo que realmente quieres hacer, es un impulso increíble para el aprendizaje”, dice. “Intento hacer a los alumnos parte de un proceso de confianza. Para eso, por supuesto, también tengo que pone ren juego mis propias emociones”Él resume su filosofía con este mensaje: ”Los alumnos en el instituto deberían hacer al menos una cosa al día en lo que son realmente buenos. La habilidad del profesor es identificar esta cosa para cada uno de ellos, y hacer al alumno orgulloso de ello”, dice. “El resto vendrá de la realización consciente de este logro.” De nuevo, la clave es apreciar los materiales preciosos ocultos, y cuidarlos para el futuro.
El autor quisiera agradecer al instituto, IPSIA Della Valentina of the Istituto di Istruzione Superiore Statale di Sacile e Brugnera, Italia, por su ayuda en la preparación de este artículo.
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